miércoles, 5 de octubre de 2011

Efemera


-¡La prostituta del valle debe morir! - vociferaban los Hombres alrededor del Mundo, apuntándome con afiladas rocas en sus manos, mientras yo daba dificultosamente a luz, apoyada sobre un ciruelo. A mi izquierda, se encontraba El Final de Todas las Cosas, hacia el oriente se hallaba La Ruleta del Tiempo y cerca de mis pies, agonizante y ensangrentado, mirándome sin miedo como si de temores nada se tratara, el fruto de mi ser. Caí rendida, ante sus dulces ojos. Nadie lo había herido (todavía). Nadie había endurecido su mirada (por ahora). No era como yo, no era como ninguno de nosotros. Aunque fue lo que más amé en esta vida, no supe como tomarlo en mis brazos, no supe como corresponder sus manitos. Porque yo era la ramera, la gran hija de puta. La que todos aceptan en privado pero se mira en púlbico con repudio.
-¡La prostituta del valle debe morir!- seguían exclamando los Hombres, hasta que uno de ellos, el hecho sabio por sobre todos, los calló. El Valle y el Mundo quedaron en completo silencio. Una suave brisa cubrió mi cuerpo desnudo y levantó el vuelo de aves negras y blancas.
- ¿Algun día sabré la verdad?- dije.
-Algún día todos la sabremos, Lilith- respondió el sabio.
Lentamente y al mismo tiempo, cubrieron sus rostros .
Finjí no tener historia. Ignoré mis conflictos. Pretendí que no tenía nada que contar. Mostré solo la mitad del mundo en el que viví.
La Ruleta del Tiempo cayó, el Final de Todas las Cosas se rasjó.

Los Hombres lanzaron.

viernes, 23 de mayo de 2008

Danielle

En el momento en que Joh abrió los ojos, supo que era tarde.
La ansiedad de la noche anterior lo había mantenido con la mirada fija en el techo y con los deditos de los pies inquietos, como nunca antes los había tenido. Es esa sensación infantil que no pudo dominar, la que lo mantuvo en vela gran parte de la noche, y ahora, ya de mañana y el sol entrando por su ventana inundándolo todo de luz, lamentaba no haber podido controlar su ansiedad.
-¡Joh malo, Joh malo!- Decía, mientras se vestía con una mano e intentaba torpemente con la otra peinarse. Bajó las escaleras como pudo, tomó una de las tostadas que aún se hacían en el fuego, la untó con mantequilla y se la echó a la boca, mientras terminaba de atar los cordones de sus zapatos. Antes de saltar por la ventana (cosa que acostumbraba hacer al salir) se dio un tiempo para mirarse en el espejo. Ése día no podía darse el lujo de ser un niño desordenado como todos los días. Ése día no. El niño en el espejo le devolvió una mirada tímida y se arregló el cuello de la camisa con dificultad. Una sonrisa cómplice. Una mirada insegura. Corrió por el pasillo central y antes de saltar por la ventana vio a su madre que lo miraba desconcertada.
- Ella no sabe – Se dijo, y saltó.
Un salto en cámara lenta. El aire fresco de la mañana se filtraba por sus dedos, por sus cabellos. Flotaba. Un grupo de blancas gaviotas elevaba su vuelo frente a él. Lentas. Como pesadas ballenas del profundo mar. Los segundos eran minutos. Flotaba. La pileta de la plaza central producía diminutos planetas hechos de agua que se movían lentos hacia el cielo. El sol avanzaba torpe. Naranjo e intenso. El olor de la playa coronaba una mañana hermosa, monedas caían lentas al suelo, papeles volátiles eran barcos flotantes y Joh, Joh flotaba en la inmensidad de su infantil imaginación.
El tiempo se recuperó, cuando sus zapatos rotos tocaron delicadamente el suelo.
-¡Danielle, Danielle!- gritó, mirando el puerto que se extendía calle abajo lleno de vida. Corrió como nunca antes lo había hecho. Tropezó con un puesto de frutas y el tiempo volvió a ralentizarse. Las manzanas rodaban colina abajo y Joh se levantó ruborizado. Corrió. Corrió como nunca antes lo había hecho. Su mirada latente en el puerto, sus manitos que se volvían rojas a cada minuto, el sudor ingenuo que recorría su piel. Como una danza extraña y atemporal, giraba, saltaba, corría y volvía a saltar. Esquivando, avanzando, acercándose a la costa. El perro que cruzaba, los comerciantes que se apilaban. El tiempo que iba y volvía extrañamente ese día.
- Danielle, Danielle –
Una vez en el puerto, descansó sus manos sobre sus rodillas temblorosas. Trató de componerse mientras buscaba entre los barcos aquello que había venido a ver, y fue entonces cuando la vió:
- ¡Danielle! -
Le salió del alma aquel nombre, y recordando lo sucio que había quedado luego de haber corrido tanto, se dio vuelta para limpiarse avergonzado el sudor. Apenado, volvió a girarse hacia el mar, con los piecitos hinchados.
Sonrió y levantó el brazo. Algunos extraños de alrededor lo miraban con rareza.
- ¡Perdona la tardanza, pero anoche no pude dormir!- Gritó, soltando una carcajada nerviosa.
Su madre, lo había perseguido carrera abajo y había llegado minutos más tarde, lo observaba atónita unos metros atrás.
- ¡Danielle, vuelve pronto!- dijo, mientras sacó de su bolsillo un papel. Levantó el brazo y lo lanzó. La carta se elevó, en dirección al mar.
Las lágrimas comenzaron a recorrer el rostro de su madre. Temblorosa, se acercó al lado de su hijo pequeño y le tomó la mano.
- ¡Mamá, mira a Danielle, mira que hermoso barco se ha ganado! – decía, consternado ante lo que veía. Moviendo incansablemente su manito como diciendo adiós.
- ¿Cómo va vestida, Pequeño Joh?- Preguntó la madre, limpiándose el rostro y tragando una buena bocanada de aire-
- ¿Acaso no la puedes ver, Ma?
- Dejé los lentes en casa hijo-
- Pues un vestido blanco. Que hermosa se ve Ma. Ahora sonríe. Ahora levanta el brazo y se despide. ¡Adiós Danielle, adiós! Levanta el brazo Ma, sino Danielle cuando regrese no nos traerá nada. Ya su barco de cristal comienza a hundirse en el mar…-
Cada palabra que Joh decía, era un puñal que se clavaba en el alma de aquella mujer, que se entregaba en secreto al dolor y a un vacío que solo ella pudo entender desde entonces. Compungida, elevó su brazo, despidiéndose.
Joh, moviendo la cabeza como diciendo “los adultos no saben nada” se acercó frente a su madre y le dijo:
-Ma, ¿Por qué lloras? ¿Ya no tienes la barriga grande porque Danielle se ha ido de viaje, cierto? ¿Ya no está más en tu vientre, verdad Ma?-
- No hijo, ya no está dentro, se ha ido esta mañana.- Dos lágrimas recorrieron su hinchado rostro, y cayeron sobre las manitos de Joh, que recorría con cariño su vientre.
- No te preocupes, es solo un viaje Ma –
- Pues que así sea Pequeño Joh, que así sea –



Una madre en la costa miró el límite que producía el cielo y el mar, como intentando ver algo más. El tiempo volvió a hacerse lento esa mañana. Una mirada materna en cámara lenta, para siempre.




Dedicado a Daniela Flores (1983 – 2006)
Texto y Fotografía : Felipe Mercado

sábado, 10 de mayo de 2008

Abra sus Pupilas


Primer Acto:

Elena: - ¿Disculpe?
Hombre: - Dígame-
Elena: - ¿Sería tan amable de encender la luz? Apenas logré darme cuenta de su presencia –
Hombre: - Lo lamento, señorita. Pero estuve buscando algún interruptor antes de que usted despertara y no logré hallar ninguno.
Elena: -¿Donde estoy? -
Hombre: - No lo se.-
Elena: - ¿Cómo que no lo sabe? -
Hombre: - No lo se, y perdóneme usted si le parezco irrespetuoso, pero es tercera vez que me pregunta lo mismo-
Elena: - ¿Tercera? ¿Cómo no lo recuerdo? -
Hombre: - ¿No recuerda el golpe? –
Elena: - ¡De que me habla! –
Hombre: - Tranquila. Es lógico que no lo recuerde. Hace un rato atrás algo cayó sobre usted, pero la oscuridad no me dejó ver de que se trataba, solo oí el golpe en su cabeza y el sonido de su cuerpo cayendo al suelo. La recosté sobre la cama y ahora ha recobrado la conciencia.-
Elena: -Eso explicaría mi terrible dolor de cabeza. ¡Pero no logro ver casi nada! De que se trata todo esto. ¿Sabe que hora es?
Hombre: - Si interpreto bien lo que veo en mi reloj, son alrededor de las 4 de la mañana.-
Elena: - ¡4 de la mañana! No puede ser. No recuerdo nada. ¿Sabe usted como llegamos aquí?-
Hombre: - Tampoco lo recuerdo. Desperté hace unas horas atrás junto a usted. Desconcertado, traté de buscar alguna salida, pero no la hallé. Creo que es algo así como un subterráneo o una bóveda grande. Esta situación puede ser cualquier cosa, pero intento imaginar lo mejor.-
Elena: (gritando) - Qué escalofriante. ¡¡ AYUDAAAA AYUDAAAA!!
Hombre: - No se tome la molestia, pues ya lo hice largos minutos sin respuesta.-
Elena: - Tengo miedo. Por favor, siéntese a mi lado.
Hombre: - También lo tengo y sí, me sentaré junto a usted.


Segundo Acto

(Después de un rato en silencio inmersos en la oscuridad)

Elena: -¿Disculpe?
Hombre: - Dígame.-
Elena: - ¿Podría usted dejar de tocarme la pierna? –
Hombre: - Discúlpeme señorita, pero yo no la he tocado –
Elena: - ¿Pues que es esto que he sentido?-
Hombre: - ¿Acaso no lo ha advertido usted? –
Elena: - ¿De que me habla? –
Hombre: - Del tercero. Desde hace un rato atrás, mientras nos manteníamos en silencio, sentí que alguien nos vigilaba allá en la oscuridad, ahí en frente. Se movía rápido y no logré determinar si era hombre o animal. Ya hace unos minutos dejé de sentirlo y tal vez esté junto a nosotros. –
Elena: - ¡Que terror, tengo mucho miedo! ¡Por qué no lo dijo antes! -
Hombre: - Por favor, baje su voz. No tenemos seguridad de lo que sea. No la quise asustar porque no sabía si era sugestión por el pánico, la oscuridad o qué. Ahora que realmente he confirmado que algo nos acompaña, no sabemos de qué se trata. Tal vez es un gato o algo menor que se yo, por favor conserve la calma.-
Elena: - (susurrando) ¡Como no me pude percatar de lo que dice!-
Hombre: -Disculpe una vez más, pero la primera vez que despertó, se notaba que venía algo bebida-
Elena: - ¿Bebida? Tiene razón, ahora que recuerdo, estaba en un bar con unas amigas. Luego, todo se nubló y vine a parar aquí. Pero por favor, ¡deje de respirar así! –
Hombre: - Yo no hago ese ruido –
Elena: - Abrázeme, ¡no quiero escucharlo! –
Hombre: - No hay problema -
Elena: -¿No tiene miedo?-
Hombre: -Tanto como usted-

Tercer acto

(Pasa finalmente otro rato en silencio)

Hombre: - Veo algo atrás suyo -
Elena: - Por favor no diga eso –
Hombre: - Voltéese y cerciórese usted misma-
Elena: - Yo no veo nada –
Hombre: -Si mire, trate de dilatar sus pupilas, allá en frente, está claramente.-
Elena: - Quiero salir de aquí. ¡Quiero salir de aquí! –
Hombre: - Conserve su calma, y dese el tiempo de mirar. No se cree una idea preconcebida, vea usted misma quienes son –
Elena: - ¿Ahora son mas de uno? –
Hombre: - Específicamente son dos. Mire, mire hacia aquella esquina detenidamente. Pronto se formará la silueta de una mujer, delicada y femenina, que aprieta sus brazos envuelta en el pánico. De dulces piernas y ajustada vestimenta, se creía segura de si misma, creía que el mundo estaba bajo sus pies, que nada ni nadie la podía tocar. Que podía salir a embriagarse con sus amigas sin asumir ninguna consecuencia. Pero esta noche, su vida cambiará para siempre.
Y vea, siga mirando, no se detenga. Abra sus pupilas y fíjese quien está detrás de ella. Se formará lentamente un hombre, que envuelto en excitación, lo único que quiere es poseerla. Sus manos tiemblan, le excita su miedo, le excita su terrible seguridad. Su patética existencia. Y esta noche, ella será de él, a la fuerza si es necesario. A golpes si es preciso.
Le había mencionado que no se tomara la molestia de gritar ¿verdad?
Elena: - (Entre lágrimas) Si –
Hombre: - Por favor, ahora si, dese la molestia, que esta noche los gritos me excitan.



Fotografía y Texto: Felipe Mercado

viernes, 9 de mayo de 2008

Escalera al Cielo

Bueno como mi primera publicacion comparto con ustedes un cuento que hice a los 15 años. Tiene gran valor para mi y no lo he modificado en nada desde que lo hice:

No puedo creer lo que estoy viviendo… Fingí no creer lo que estaba pasando, pero no pude enseñarle los dientes a la verdad. Había escapado de casa buscando la escalera al cielo de la cual tanto había escuchado. “Escalera al cielo”, dicen. Entre susurros y palabras pequeñas, dejan que el secreto de los peldaños los cautive. Y fue así como el apasionado secreto me cautivó a mí también…
Todos reían. Todos. Estábamos en la casa de unos amigos y todos reían. Comían. Disfrutaban uno del otro. Fingen. Dijo mi mente apresurada. Solo fingen. Pero, al igual que el resto, también reía, también comía y también disfrutaba de ellos. Un sonido quebradizo separó el tiempo en dos. La bulla, del silencio absoluto. La risa de la petrificación. Todo quedó en silencio. Y en el centro de la sala, uno de mis amigos se encontraba con las manos vacías, mirando su vaso roto que yacía en el suelo.
- Escalera al Cielo- eran las palabras débiles que salían por sus labios, llenándolo todo como si lo hubiera gritado desde el alma. Sus ojos veían más allá. No estaba en la sala. Nadie pudo decir nada.
Una noche más adelante, esperé que todos en casa se durmieran. Y escapé hacia el bosque. Corriendo, cayendo, no volvería atrás. La luz de la luna parecía dirigir mi camino y a veces, corriendo, volteaba a ver lo que estaba dejando. Verdaderamente existía. Llegué a un claro dentro del bosque. Una colina pequeña y plateada, que contenía un frondoso roble e increíblemente, una escalera que cruzaba al cielo. Caminé hacia ella, sin antes voltearme y ver el mundo que dejaba. No pude contener las lágrimas, al pensar en mis amigos y en mi familia, y con llanto en el rostro, corrí por la escalera subiendo y dejando el mundo atrás. Cada escalón me separaba de la realidad, y mientras corría, no podía evitar voltearme y ver mi vida y ver la tierra y ver, simplemente ver. Llegué hasta las mismas estrellas. Había una puerta. Era el final de la escalera. Se escuchaba bulla desde el otro lado. Gente que reía. Abrí la puerta. Avancé hacia donde se encontraban las cosas para comer y tomé un vaso con alcohol. La gente reía, comía, disfrutaban uno del otro. Fingían. Con llanto en los ojos, se me resbaló el vaso de las manos. Todos quedaron en silencio. No podía decir más.
- Escalera al Cielo-



Fotografía y texto: Felipe Mercado

"Cada vez que me siento en alguna playa y observo un atardecer, me siento junto a múltiples YO del pasado, que observan otros atardeceres, otros soles antiguos y por unos segundos, soy más que el tiempo, soy más que un individuo solitario sentado en la arena. Soy cientos, soy miles, que existimos a la vez. Quién sabe, perdido de mí en otra parte del universo. Yo aislado de mí. Yo siendo solo un recuerdo de otro yo."